Lo curioso es que, si hubieran utilizado el algoritmo habitual de la división (ese que sabemos todos), a uno de ellos no le habríamos dejado terminar, argumentándole que se estaba equivocando... ¿Adivináis a quién?
Pues, ¡¡los equivocados seríamos nosotros!!
Los dos lo resuelven PERFECTAMENTE BIEN.
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